Nacido en Azpeitia en agosto de 1894, Ciriaco Aguirre apareció en la escena pública azpeitiarra el 17 de abril de 1931, al ser nombrado 2° teniente-alcalde del ayuntamiento de la localidad. Junto a Alejandro Orbegozo y Martin Oyarzabal, formó parte de la minoría nacionalista de una corporación municipal compuesta por una única lista y encabezada por personas ligadas al carlismo y empresarios industriales. Dos años más tarde se celebraron elecciones municipales tras la cesión por decreto-ley de la anterior corporación, obteniendo los nacionalistas 8 de las 16 concejalías vacantes. Entre ellos se encontraba Ciriaco, el cual había obtenido 425 votos. El 10 de mayo fue nombrado primer teniente-alcalde, puesto que ocuparía hasta su dimisión el 23 de agosto de 1934. Durante este período Ciriaco ejerció en varias ocasiones como representante principal del ayuntamiento en sustitución de José Antonio Oyarzabal, en episodios de gran relevancia tales como la gestión de los daños provocados por las inundaciones de junio de 1933 la habilitación de escuelas públicas, o formando parte de la comisión interina que en el verano de 1934 se formalizó en Donostia a raíz del conflicto en torno al Concierto Económico.
El 22 de febrero de 1936 fue restituido como representante municipal tras el triunfo del Frente Popular. Pocos días después del fracaso del golpe de Estado y el inicio de la Guerra Civil, concretamente el 23 de julio, Ciriaco fue nombrado alcalde tras la dimisión de Antonio Oyarzabal. Desde entonces y hasta su detención tras la entrada de las tropas sublevadas en Azpeitia, Ciriaco fue el máximo representante de Azpeitia.
Encarcelado en la prisión de Ondarreta, el 26 de septiembre de 1936 dio comienzo un procedimiento sumarísimo de urgencia contra Ciriaco por un supuesto delito de «auxilio a la rebelión». En concreto, se le acusaba de haber ocupado la alcaldía de Azpeitia del 24 de julio al 20 de septiembre de 1936, la presidencia de la Junta de Abastos, y de haber formado parte del Comité de Orden Público. Asimismo, se señalaba la buena conducta del encausado, las gestiones realizadas en favor de las personas de derechas del municipio, y «la escasa trascendencia de los hechos ocurridos en Azpeitia». Por su parte, Ciriaco declaró en su defensa que fue nombrado alcalde por ausencia de José Antonio Oyarzabal. Además de ello, señaló que hizo todo lo que pudo para que ningún vecino de Azpeitia, fuera cual fuese su ideología, «fuera perseguido ni detenido por los diferentes elementos rebeldes»(*). El 14 de junio de 1937 fue condenado a 12 años y 1 día de reclusión menor, si bien, en mayo de 1940 la Comisión Provincial de Examen de Penas de Guipúzcoa, dependiente de la Auditoria de Guerra de Bilbao, propuso la conmutación de la pena por 2 años de prisión menor. Poco después quedaría en libertad.
En esa época los franquistas solían cortar el pelo y dar aceite de ricino, de esto último no tengo constancia de que a mi tía se lo hicieran, pero sí que le cortaron el pelo.