Militante de UGT y ebanista de profesión, Maximiano quedó sin trabajo al poco tiempo de iniciarse la guerra al pararse la producción del taller donde trabajaba. Por ese motivo, según afirmó en las al menos tres declaraciones que tuvo que prestar entre 1937 y 1941 debido a su enjuiciamiento en consejo de guerra, prestó servicios en el abastecimiento «de pan y vino a los refugiados que había en Azpeitia» por orden del Comité de Defensa. Posteriormente se trasladó a Durango y se enroló en el batallón UHP, cuerpo del Ejército Vasco en el que permaneció hasta su detención en Cantabria en agosto de 1937. De la prisión de El Dueso fue enviado a la provincial de Bilbao, para posteriormente, el 26 de julio de 1938, ser trasladado a la prisión central de Burgos. Dos meses más tarde se dio apertura a un procesamiento sumarísimo de urgencia contra Maximiano, el cual regresó a la penitenciaria de El Dueso donde fue nuevamente interrogado el 20 de junio de 1940. Mientras tanto, Roque Astigarraga, Hilario Bereciartua y Florencio Mangas (alcalde, jefe local de Falange y comandante de la Guardia Civil de Azpeitia, respectivamente) hicieron llegar al juzgado militar de instrucción de Santoña los «antecedentes» del encartado, señalándolo como «sujeto peligroso» responsable de saqueos, requisas y detenciones. Como en otros casos, los denunciantes no pudieron aportar testigos que ratificaran las acusaciones vertidas ante el requerimiento del juzgado, «sin embargo, los señores Valentín Larrañaga e Ignacio Martínez Olaechea (...) personas muy adictas al Glorioso Movimiento Nacional y concejales de esta localidad bien pueden confirmar informes precedentes». Sin embargo, ninguna de las dos personas citadas por el comandante de la Guardia Civil, ni tampoco otros testigos que fueron sucediéndose durante el procesamiento, corroboraron la participación de Maximiano en requisas, saqueos y detenciones. Lo único que afirmaron todos ellos es que conocían al individuo y que era de UGT, a excepción de Juan Astigarraga, hijo de Roque Astigarraga, el cual afirmó que el encausado requisó vino en el establecimiento de su padre. Ante la demora de las pesquisas judiciales, el 1 de marzo de 1941 le fue concedida la libertad condicional, comenzando poco después a trabajar en Eibar bajo la dirección de «zonas devastadas». A comienzos de 1942 aún seguía el proceso abierto. El 2 de enero la Guardia Civil de Azpeitia hizo llegar la siguiente información al juez instructor: «A pesar de las gestiones practicadas por las fuerzas de este puesto para buscar testigos presenciales de los demás hechos cometidos (...) no han dado feliz resultado». Finalmente, el 18 de junio de 1942 fue condenado a 12 años y 1 día de reclusión menor por un supuesto delito de «auxilio a la rebelión»(*).
Daban la doctrina en castellano, pero aquí había un cura de Lizartza, Don Lorenzo, y él la daba en euskera, porque era muy euskalzale.