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2. La Segunda República en Azpeitia: el comienzo de una nueva etapa

 

«Ante el hecho de la nueva estructuración del Estado español, el Ayuntamiento saliente de esta villa de Azpeitia, antes de cesar en sus puestos, y después de afirmar los derechos naturales e históricos que como tal nación le corresponden, reclama como primer acto de auto-determinación del País Vasco, la proclamación de la República Vasca, confederada con las demás Repúblicas Ibéricas, significando su enérgico apoyo hacia quienes en tierra vasca pugnan por el cumplimiento de cuanto en este orden se estableció en el solemne pacto de San Sebastián».(*)

 

      16 de abril de 1931, cuatro días después de las elecciones municipales que propiciaron la llegada de la Segunda República, y un día antes de la constitución del nuevo ayuntamiento de Azpeitia, la corporación municipal saliente convocó una sesión extraordinaria en la que todos los concejales apoyaron la moción anterior.

Plaza Mayor de Azpeitia, 1933.
(Kutxateka).

      De esta forma, por tanto, dio comienzo un nuevo periodo en la historia contemporánea de Azpeitia. Esta proclama en favor de los derechos históricos, la República Vasca y el pacto de San Sebastián, reunía prácticamente todas aquellas cuestiones que durante los siguientes seis años iban a transformar la política y la sociedad vasca, y por ende la azpeitiarra, sin olvidar el alcance y la trascendencia que tuvo la crisis económica. La moción aprobada el día 16 fue ratificada por la nueva corporación constituida el día 17. Lo llamativo del hecho radicaba en el apoyo que a este programa u objetivos políticos dieron personas vinculadas al carlismo y a la monarquía tiempo atrás, y que con posterioridad al golpe de Estado de julio de 1936 figuraron entre las personalidades franquistas más destacadas del municipio.

      En el origen de esta avenencia podríamos señalar el sincretismo existente entre carlistas y nacionalistas a comienzos del período republicano, doctrinas que contaban con el beneplácito de gran parte de una sociedad tremendamente homogénea hasta entonces. Y es que en Azpeitia, al igual que en muchos municipios guipuzcoanos, la escasa implantación de movimientos y partidos obreros propició que la constitución del primer ayuntamiento del período republicano no surgiera de un proceso electoral, sino a partir de la aplicación del artículo 29 de la Ley Electoral del 8 de agosto de 1907. De hecho, en uno de cada dos municipios guipuzcoanos no se celebraron procesos electorales(*). Según el censo de población de 1929, Azpeitia contaba con 8.263 «vecinos residentes»(*), por lo que le correspondía el nombramiento de 16 concejales (número de representantes asignados a municipios de entre 8.000 y 9.000 habitantes).

Azpeitia, 1933.
(S.C. Aranzadi / Fondo Imanol Elias).

      En cualquier caso, la consecuencia principal de la aplicación de esta ley de comienzos del siglo XX fue que un gran número de representantes municipales eran personas ligadas al comercio y a la industria, personas con una gran influencia en la sociedad azpeitiarra que acudían a la política local como herramienta al servicio de sus intereses empresariales.

 

CORPORACIÓN MUNICIPAL CONSTITUIDA EL 17 DE ABRIL DE 1931(*)

Alcalde: Casto Orbegozo Embil (Carlista)

Primer teniente-alcalde: Toribio Azcue Echezarreta (Empresario)

Segundo teniente-alcalde: Ciriaco Aguirre Cincunegui (Nacionalista)

Tercer teniente-alcalde: Tiburcio Lopetegui Iraeta (Baserritarra)

Síndico 1°: Silvestre Madrazo García (Empresario)

Síndico 2°: Alejandro Orbegozo Embil (Nacionalista)

Concejales: Víctor Aguirre Echeverria (Carlista)

                 Juan José Iriarte Odriozola «Saralle» (Carlista)

                 Faustino Odriozola Echeverria (Independiente)

                 Andrés Echaniz Arrizabalaga (Empresario)

                 Roque Astigarraga Echaniz (Empresario)

                 Silvestre Otamendi Lasa (Empresario)

                 José María Aizpuru Aramburu (Baserritarra)

                 Martin Oyarzabal Izaguirre (Nacionalista)

                 Jose Maria Aramendi Estala «Pipas» (Baserritarra)

                 Francisco Iturzaeta Aguirre (Baserritarra)

Plaza de Toros, 1935.
(S.C. Aranzadi / Fondo Imanol Elias).

      Otro grupo de poder de primer orden en Azpeitia lo constituía la iglesia católica, cuyo máximo exponente en el municipio era el santuario de Loiola y toda la actividad religiosa que en torno a este núcleo llevaba a cabo la Compañía de Jesús. La expatriación del obispo de Vitoria, Mateo Múgica, en mayo de 1931 y sobre todo, la disolución de los jesuitas en enero de 1932 tuvieron una enorme repercusión en Azpeitia. Este último hecho provocó que una multitud de azpeitiarras y guipuzcoanos de otras localidades acudieran a despedir a los religiosos el día de su marcha. El control social que ejercía la religión católica sobre la política local y las relaciones sociales resultó también determinante en los sucesivos procesos electorales durante la Segunda República, pero también en el devenir de las propuestas estatutarias. El carácter laico de la constitución española aprobada en diciembre de 1931 chocaba con la «Gibraltar vaticanista» (Indalecio Prieto) que pretendían los impulsores del Estatuto de Estella, del mismo modo que los límites del derecho a la propiedad, la reforma agraria y el empoderamiento de la clase obrera eran perjudiciales a los intereses de los grandes propietarios e industriales azpeitiarras.

Función religiosa, Azpeitia.
(S.C. Aranzadi / Fondo Imanol Elias).

      Sin embargo, todos estos condicionamientos sociales tan arraigados en la sociedad azpeitiarra, y que a priori colisionaban frontalmente con los principios fundamentales que establecía la nueva constitución española, fueron relativizándose a lo largo de los años, lo que le permitió incorporarse al proceso de transformación socio-político de la época desde la idiosincrasia del pueblo vasco. Este último factor resultó determinante, ya que la aceptación de aquellos principios democráticos no supuso el abandono por parte de la sociedad de sus reivindicaciones en torno a los derechos y libertades del pueblo vasco sino su acomodamiento a esta nueva realidad.

Santuario de Loiola, 1926.
(Archivo General de Gipuzkoa, DFG / Indalecio Ojanguren).

      En Azpeitia, más allá de la decidida apuesta por el autogobierno, la defensa de la identidad vasca fue uno de los ejes de la política local, tanto de la corporación municipal constituida en 1931 como de la emanada de las elecciones de abril de 1933. Cabe destacar en este sentido la importancia que para un pueblo eminentemente euskaldun tenía el reconocimiento y defensa de su lengua. Por ello, tan solo tres días después de la formación de la corporación municipal de 1931, concretamente el 20 de abril, ésta aprobaba a petición del concejal nacionalista Alejandro Orbegozo rotular en bilingüe las calles de la localidad. Además, el día 27, se acordó enviar un telegrama al ministro de Instrucción Pública solicitando la enseñanza en euskera en las escuelas públicas(*).

Acto del partido Unión Republicana en Donostia.
(Foto obtenida de EGAÑA, I.: 1936, Guerra Civil en Euskal Herria).

      Asimismo, en la transformación de la sociedad azpeitiarra influyó otro factor no menos importante como fue el flujo migratorio al albor de la situación económica, que fundamentalmente trajo a Azpeitia a emigrantes españoles, pero que también hizo desplazarse a azpeitiarras fuera de Hego Euskal Herria. La llegada de trabajadores foráneos propició que a partir de 1932 diferentes asociaciones, sindicatos y partidos de izquierdas de ámbito estatal se asentaran en Azpeitia(*).

      La creación de Unión Republicana en septiembre de 1932, la implantación de UGT en 1933, y de Izquierda Republicana en 1934, son una muestra del crecimiento progresivo de estas doctrinas en Azpeitia. Ahora bien, a pesar de que también atrajeron a trabajadores autóctonos, el peso de estas organizaciones en la localidad fue significativamente escaso, al menos en lo que a resultados electorales se refiere.

Bertso de Atxubiya.
(El Día,
3 de febrero de 1933).