eu | es
Inicio » Volumen I » 3. Del inicio de la Guerra Civil a la caída de Azpeitia » 3.1. La creación de Eusko Gudarostea y la Comandancia Militar de Azpeitia

 

3.1. La creación de Eusko Gudarostea y la Comandancia Militar de Azpeitia

 

      «Dios y Libertad patria». Este fue el lema elegido por los dirigentes vascos precursores de las milicias vascas formadas en Azpeitia a partir del 5 de agosto de 1936. Cabecillas de las diferentes organizaciones nacionalistas del país se reunieron en el santuario de Loiola con el propósito de organizar la defensa del territorio guipuzcoano desde el enclave estratégico de Azpeitia, lo que motivó la fundación de Eusko Gudarostea y la constitución de un Comité de Guerra con «plena facultad para organizar las milicias»(*), monopolizado por el Partido Nacionalista Vasco y sin representación de organizaciones políticas y sindicales no nacionalistas. Por su parte, ANV, única fuerza abertzale integrante del Frente Popular, impulsó de forma más modesta su propia organización militar reuniendo a sus milicias en el hotel Yranzu.(*)

      La Comandancia Militar de Azpeitia venía a cubrir el sector central de Gipuzkoa hasta entonces desprotegido, delimitando su radio de acción por el Este hasta la margen izquierda del rio Oria y por el Oeste hasta las comarcas del Deba. Es decir, su función era proteger el territorio que había quedado fuera de la jurisdicción de las Juntas de Defensa de Gipuzkoa y Eibar. Pero sin lugar a dudas, lo más relevante fue que definitivamente el nacionalismo vasco tomaba parte directa y clara en la organización de la resistencia armada contra las tropas sublevadas. Y es que debemos de tener en cuenta que por aquel entonces los golpistas ya habían realizado incursiones por la zona centro de Gipuzkoa llegando hasta la costa, con apenas oposición de algunos grupos de milicianos dependientes de comités locales. Asimismo, el rápido avance de las tropas sublevadas por el corredor del Bidasoa les situó a finales de julio en Oiartzun, mientras que el 1 de agosto ocupaban Ordizia y el 7 Alegia.

Acta de fundación de las Milicias Vascas.
(Fundación Sabino Arana; Irujo 13-1).

      Por tanto, la Comandancia de Azpeitia resultó determinante en la interrupción de la marcha imparable que hasta entonces desarrollaban los golpistas. La consecución de este objetivo de contener a las tropas sublevadas se debió fundamentalmente al éxito que supuso el reclutamiento de centenares de gudaris venidos de todos los lugares de Gipuzkoa, pero también de Bizkaia y Araba. A pesar de partir de la premisa de que «no es nuestra la causa»(*), la confluencia de todos los sectores del nacionalismo vasco en la defensa de «la democracia y la República contra la dictadura y el fascismo»(*) consiguió movilizar a amplios sectores de la sociedad vasca. Entre el 5 y el 31 de agosto el Comité de Guerra tuvo en nómina a 1280 personas, de las cuales al menos 64 eran azpeitiarras(*). La gestación de estas milicias jeltzales estuvo en una circular del PNV a todos los batzokis del herrialde así como en diversos anuncios que insertó en el diario Frente Popular llamando a sus militantes al alistamiento. Aún después de la presentación oficial del 8 de agosto continuaron las llamadas a la movilización, en la que ejercían de intermediarios las Juntas Municipales. En lo que respecta a ANV, hay que tener en cuenta que para comienzos de agosto de 1936 ya tenía desplazados en los diferentes frentes de guerra de Gipuzkoa a muchos de sus militantes junto al resto de los integrantes del Frente Popular, por lo que el número de personas alistadas en el hotel Yranzu fue de unas 250(*).

      Con todo, la formación de estas milicias generó un grave problema logístico en cuanto al aprovisionamiento de armas, labor a la que se dedicó fundamentalmente uno de los máximos dirigentes de la Comandancia de Azpeitia, Manuel de Irujo. Los primeros aprovisionamientos se llevaron a cabo en los diferentes pueblos de la zona, acopiándose de armas propiedad de particulares, depósitos de la Guardia Civil, y de todo aquel material en manos de voluntarios que prestaban servicios de guardia en carreteras y enclaves estratégicos, como por ejemplo el que controlaba el Comité de Defensa del Frente Popular de Azpeitia. Otro acopio de armas fundamental fue el aportado por la Junta de Defensa de Eibar, cuya relación resultó mucho más fluida que con la de Gipuzkoa. También Bilbao, a través de su Junta de Defensa, colaboró con el suministro después de las negociaciones realizadas por Irujo. Por su parte, Telesforo Monzón viajó a Cataluña y consiguió que la Generalitat cediera trescientos fusiles y seis cañones. Este armamento fue enviado a la Comandancia de Azpeitia vía Francia, si bien, la Junta de Defensa de Gipuzkoa, por orden del gobernador civil de la provincia, retuvo a la altura de Pasaia la mitad del cargamento(*).

Manuel de Irujo junto a dirigentes republicanos.
(Foto obtenida de EGAÑA, I.: 1936, Guerra Civil en Euskal Herria).

      Este último episodio, fue una muestra más de las tensas relaciones entre la Comandancia de Azpeitia y la Junta de Defensa de Gipuzkoa, ya que en teoría tanto la de Azpeitia como la de Eibar eran dependientes de la de Gipuzkoa(*). En realidad, lo que existió fue una enorme falta de coordinación entre las diferentes juntas de defensa, lo cual no era más que un reflejo de la desunión de las fuerzas políticas ante los golpistas. A tenor de ello, pero sobre todo tras la desastrosa evacuación de Donostia y de toda la comarca de Oiarsoaldea, las máximas autoridades de la Comandancia de Azpeitia suscribieron un comunicado el 7 de septiembre en el que reclamaron la formación urgente del Gobierno Vasco. En opinión de los firmantes, dicho gobierno autónomo debía controlar, dirigir, y orientar «la defensa de la patria», formando así el «Frente Popular Basko». Y es que bajo las disputas con la Junta de Defensa de Gipuzkoa subyacía la divergencia existente en torno a la política de guerra llevada hasta entonces por el gobierno de Madrid y la sumisión que había que prestar a ésta. Pero además el escrito hacía referencia a la jurisdicción de guerra propuesta por Madrid en la que aglutinaba a Cantabria con Bizkaia y Gipuzkoa, algo que rechazaban los firmantes, los cuales proponían una jurisdicción que abarcaba en su totalidad y de forma exclusiva las cuatro provincias de Hego Euskal Herria. Finalmente, los responsables de la misiva advertían de lo siguiente:

    «...este Comité de Guerra de las Milicias Vascas, a pesar de la sumisión que proferían a las autoridades legitimas nacionalistas, tomará la resolución que crea oportuna consciente de la responsabilidad que sobre él pesa, no estando dispuesto bajo ningún concepto a tolerar que por falta de decisión o por prejuicios incomprensibles, dadas las circunstancias que atravesamos, se demore ni un momento más la formación de nuestro Gobierno propio, único organismo representativo que consideramos necesario para terminar con el caos actual y llevar nuestra Patria a la victoria»(*).

      Pero a pesar de todo, durante todo el mes de agosto y hasta la primera mitad de septiembre de 1936 las milicias acuarteladas en Loiola lograron su objetivo, realizando más una labor de resistencia que de ataque en los diferentes frentes. Las primeras actuaciones se llevaron a cabo en la línea de defensa Sur-Sureste, poniendo bajo control los enclaves de Murumendi, Beizama, Bidania-Goiatz y Ernio. Este hecho permitió a las milicias vascas situarse a las puertas de Tolosa, localidad que había sido tomada el día 11 de agosto. En estas actividades bélicas fue fundamental el gran conocimiento del terreno por parte de los mendigoizales (milicianos del Euskal Mendigozaleen Batza, EMB), los cuales perdieron a uno de sus máximos dirigente, Mikel Alberdi, en una de estas incursiones sobre Bidania el 15 de agosto. En lo que respecta a la zona Este, concretamente a la margen izquierda del rio Oria, una vez perdida Andoain el 18 de agosto, el monte Belkoain fue el centro de duros combates en los que los gudaris resistieron hasta que en la jornada del 28 tuvieron que retirarse hacia Andatza, Andatzarrate, y Ventas de Zarate. En esta última, la Comandancia de Azpeitia decidió establecer su cuartel de mando en la zona, repeliendo varios ataques de las tropas requetés entre el 29 de agosto y el 18 de septiembre. Ese mismo día cayó abatido el primer combatiente de ANV, Claudio Olabarri, adoptando posteriormente el primer batallón de ANV el nombre de Olabarri en su honor. A diferencia de otros grupos, los milicianos de ANV ya habían participado para el 25 de agosto en los frentes de Tolosa-Villabona, Donostia y Oiartzun(*).

Llegada al santuario de Loiola del cuerpo del dirigente mendigoizale Mikel Alberdi.
(Foto obtenida de URGOITIA BADIOLA, J.A.: Crónica de la Guerra Civil, de 1936-1937, en la Euzkadi peninsular).

Capilla ardiente de Mikel Alberdi, en Loiola.
(Foto cedida por Maite Garmendia Altuna).

      Finalmente, el 19 de septiembre las tropas sublevadas lanzaron un fuerte ataque, logrando romper la línea defensiva establecida por Eusko Gudarostea entre el Ernio y Mandubia. Al mando del teniente-coronel Los Arcos, el tercio de Lácar conquistó el mismo día 19 Errezil, al tiempo que la Comandancia de Azpeitia procedía apresuradamente a su evacuación y repliegue hacia Bizkaia, estableciéndose primero en Saturrarán y posteriormente en Lekeitio.

      Con todo, es preciso señalar que la Comandancia jeltzale de Azpeitia rehusó participar en los combates que supusieron la pérdida de gran parte de Gipuzkoa. A pesar de que varios dirigentes políticos y militares republicanos se acercaron hasta Azpeitia para intentar implicar a las milicias vascas, la respuesta fue siempre negativa. Estas milicias, por tanto, se centraron únicamente en establecer los sistemas defensivos anteriormente citados en las estribaciones del monte Ernio y otros enclaves cercanos a la Comandancia de Azpeitia.(*)

→ Listado II: Combatientes de Eusko Gudarostea

Militantes de Eusko Gudarostea en un frontón.
(Foto obtenida de EGAÑA, I.: 1936, Guerra Civil en Euskal Herria).