La rana gigante
Hace muchos años, una rana gigante tenía atemorizado al gran país de los abenaki.
La rana se bebía todos los ríos, y los abenaki se estaban quedando sin agua.
Los abenaki recogieron sus tipis y emprendieron una gran marcha en busca de agua dulce.
Se fueron todos menos el jefe. A él no le daba miedo la rana gigante. Y tenía un plan.
Empuñó su mejor hacha y empezó a cortar un enorme roble. Pero no lo cortó del todo: esperó a que se acercara la rana gigante. Y cuando la rana gigante pasó bajo el roble, el jefe abenaki salió de su escondite y dio el último corte.
El gran roble cayó sobre la rana gigante que se bebía todos los ríos, y la mató.
De las ramas del roble surgieron ríos de agua limpia y dulce.
Pero, mientras tanto, los abenaki habían llegado a un río tan ancho que no se veía la otra orilla. Probaron el agua y comprobaron que era salada.
Estaban cansados y sedientos. No tenían fuerzas para ir más lejos en busca de agua potable.
Se dejaron llevar por las olas, se hundieron en el mar. Y luego, del fondo, surgieron convertidos en ballenas.
Por eso las ballenas lanzan chorros de agua: sueñan con fuentes de agua dulce.
Aún no saben que su jefe mató a la rana gigante.
Algún día, quizá, podrán nadar hasta los ríos del gran roble.
Eso es lo que espera su jefe, que vive en Adanak, en Quebec. Si vais a visitarle, os dirá «kolipaio», que en lengua abenaki quiere decir «bienvenido».
Texto: Koldo Izagirre
Traducción: Koldo Izagirre
Voz: Iñaki Berazategi