Cuentos

La madre muerta

En una lejana aldea de la antigua Rusia vivía una viuda con sus tres hijos: dos listos y uno tonto. Su difunto marido, que era comerciante, le había dejado una buena cantidad de dinero.

—Mi muerte está cercana, quiero que cuidéis de vuestro hermano, no lo abandonéis —les dijo a sus hijos listos.

Y se murió tranquila, porque sus hijos listos le dijeron que se harían cargo de su hermano tonto.

Y los hermanos listos se repartieron la herencia sin acordarse de su hermano tonto. Cuando el tonto reclamó su parte, le dijeron que ellos se tenían que casar y tenían muchos gastos.

El tonto se echó a su madre al hombro y subió al tejado.

—¡Venid, venid! ¡Mis hermanos han matado a mi madre!

Asustados por aquellos gritos, los hermanos listos le dieron cien rublos y un caballo.

El tonto sentó a su madre en el trineo y se alejó.

Iba camino de Moscú cuando le vino de frente un rico carruaje.

—¡Apártate del camino! —le ordenó el noble que venía de la capital.

—¡Apártate tú! —le dijo el idiota.

Indignado ante tanta osadía, el noble le lanzó un latigazo. Pero el tonto lo esquivó, y el latigazo pegó a la madre, tumbándola sobre la nieve.

—¡Has matado a mi madre! ¡Has matado a mi madre! —gritó el tonto.

El noble, temiendo que le oyeran los ocupantes de los trineos y carruajes que se estaban agolpando en el camino, le dio cien rublos para que se callara.

El tonto cogió el dinero, puso a su madre en el trineo y prosiguió su camino hasta el anochecer.

Llegó a una pequeña ciudad y preguntó por el pope, el cura de la iglesia ortodoxa.

Entró en la bodega de la casa del pope: estaba llena de tarros de miel y de leche. El tonto sentó a su madre en una silla, en la mano izquierda le puso un tarro de leche y en la derecha una cuchara. El tonto se escondió tras una barrica.

Al poco apareció la sirvienta del pope. Al ver que una mujer le robaba la nata de la leche, la sirvienta le pegó con la llave en la cabeza. La madre del tonto cayó al suelo.

—¡Socorro! ¡Socorro! ¡Han matado a mi madre! —gritó el tonto saliendo de su escondite. Huyó escaleras arriba y salió a la calle gritando:

—¡Socorro! ¡Socorro! ¡La sirvienta del pope ha matado a mi madre!

Cuando el pope supo lo que ocurría, salió a la calle y le dijo así al tonto:

—¡Cállate! ¡Toma cien rublos!

—Es poco —le dijo el tonto.

—¡Enterraré a tu madre gratis!

Y el tonto aceptó el trato.

Luego volvió a la aldea con todo el dinero que había ganado con su madre muerta.

—¿Qué has hecho con nuestra madre? —le preguntaron sus hermanos.

—¡La he vendido, mirad lo que he ganado!

Al ver tantos rublos, los hermanos listos pensaron que si una vieja muerta se podía vender por tanto dinero, una joven muerta valdría mucho más.

Los hermanos listos mataron a sus jóvenes esposas y llevaron los cadáveres al mercado, para venderlos.

Y los aldeanos, al ver lo que habían hecho, los denunciaron. Llegó la guardia y los ató bien fuerte. Los juzgaron y los deportaron a Siberia, donde ya no les iba a hacer falta ser tan listos.

Texto: Koldo Izagirre

Traducción: Koldo Izagirre

Voz: Iñaki Berazategi

Este es el cuento de la madre muerta, y viene en trineo desde la Rusia del frío y de la nieve

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