Maria Olazabal Bereziartua nació en 1926, en el caserío “Potzueta”. Se casó a Azpeitia con 26 años, y posterior se fue a vivir a Errezil.
Traían a los muertos, los tenían un día enfrente del ayuntamiento y los enterraban; así es como murieron muchos de Azpeitia.
Tenía que marcharse alguno de casa y de la nuestra se llevaron a mi madre.
¿Cómo era la vida durante la Segunda República, María?
Yo tenía diez años cuando empezó la guerra, y la vida de hasta entonces era normal. Trabajábamos en el caserío y también íbamos a un caserío a recibir clases. Mi padre era concejal. Tanto los nacionalistas como los carlistas fueron a donde él a pedirle que ingresara en su partido, y tuvo que elegir uno, y eligió el nacionalista, metiéndose a concejal. Decían que aunque no tenía estudios, valía mucho para aquel trabajo, ya que se implicaba mucho.
Pero en 1936 estalló la guerra. ¿Cómo era la vida en el pueblo?
Las disputas que hubo entre los del pueblo fueron terribles.
También hubo bombardeos, ¿no es así?
Sí. No recuerdo a los que murieron en los bombardeos, pero sí a los que murieron en el frente. El frente estaba entonces en Eibar.
Un vecino de un caserío cercano murió en la guerra. ¿Recuerdas cómo te enteraste de lo ocurrido?
Si. En esa época era tradición el pasar un santo de caserío en caserío, para tenerlo en cada uno durante unos días. Un día iba yo con el santo hacia un caserío y uno me dijo: «¿Te atreves a ir a ese caserío?», «¿Por qué?» le dije, a lo que me contestó: «No, nada, vete!». Toque la puerta y salió una mujer llorando. Me dijo: «Maria, dile a tu madre que el funeral de mi hijo será hoy a las siete. Ha muerto mi hijo, Joxe». Era José Olaizola, de mi vecindario, del caserío Lepasoro. Era así, traían a los muertos, los tenían un día enfrente del ayuntamiento y los enterraban. Así es como murieron muchos de Azpeitia.
Cuando llegaron las tropas sublevadas, tu padre, Manuel Olazabal Gurruchaga, huyó.
Desde Beasain nos llegó la noticia de que iban a matar a mi padre, y para cuando llegaron ya se había ido. Le dijeron que las tropas sublevadas venían hacia Azpeitia, y que huyera a Bilbao. Pasaron tres años para cuando pudo regresar a casa. Pero antes de que pasaran esos tres años, mi madre, junto a otros familiares, pudo ir a Bilbao a visitar a mi padre a la cárcel.
Tu padre tuvo que huir. Vosotros os quedasteis en casa, pero no os dejaron en paz.
Nos quedamos en casa, con la abuela. El mayor tenía once años y el más pequeño seis. Escondidos no, pero siempre estábamos con miedo. Y luego nos quitaron a nuestra madre. Tenía que marcharse alguno de casa y de la nuestra se llevaron a mi madre. Mi abuela se quedó con cuatro niños pequeños. Pero mi madre, aunque tenía orden de marcharse a Bilbao, se escondió en el desván, junto a su hermana, y estuvieron escondidas allí durante un tiempo.
Tu padre permaneció tres años lejos de casa. ¿Cómo fue el regreso?
Siempre tuvimos miedo de que vinieran a por él, pero no fue así, pudimos hacer una vida normal.
¿Cómo cambió la vida desde la época de la República hasta el periodo del primer franquismo?
Para nosotros no hubo gran cambio. Al principio había mucho odio en el pueblo, pero luego la vida se fue normalizando.
¿Es importante para ti que la gente sepa lo que sucedió?
Sí, yo creo que sí.