Inaxita Bereziartua Arregi nació en el caserío “Atxumiaga” de Azpeitia el 17 de marzo de 1942. Su padre, Pedro Bereziartua Altuna, marchó a combatir al comenzar la guerra, y posteriormente estuvo preso en Santoña.
No se esperaban que un hombre tan católico se hubiera marchado a la guerra.
Me doy cuenta de que en esa época tenían muchísimo miedo, y que no se hablaba sobre esos temas delante de los niños.
¿Cómo era tu padre, Inaxita?
Mi padre tenía mucha habilidad para hablar y para cantar los bertsos. Solía cantar bertsos en Errezil y en otros pueblos. Aparte de eso, junto a un tío de «Potzueta», fue miembro del sindicato «Baserritarren Elkartea».
Bertsolari y sindicalista. Pero empezó la guerra, y marchó a combatir.
Sí. Mi tía solía contar que después de que se hubiera marchado a la guerra, los requetés entraron por Elosiaga y fueron a «Potzueta» preguntando por mi padre. Preguntaron por el hombre de la casa, y la abuela de ochenta años, quien se había quedado a cargo de cuatro niños, les contestó que se había marchado a la guerra. Los requetés no lo podían creer, porque mi familia era muy católica y vieron el rosario encima de la chimenea. No se esperaban que un hombre tan católico se hubiera marchado a la guerra.
¿Qué pasó con tu padre?
Los italianos lo cogieron en Santoña. Lo metieron en la cárcel, y mi madre y mi tía fueron a visitarlo. Después anduvo en un batallón de trabajadores.
Posteriormente regresó a casa con condiciones. Cuéntanos cómo consiguió la libertad.
Una familia carlista de Azpeitia que era muy conocida realizó un informe a su favor, diciendo que era un chico de caserío muy católico, y que su único delito era el haber formado parte del sindicato de los baserritarras. Así es como consiguió la libertad, pero con la condición de que estuviera dos años sin salir de casa.
Al regresar, ¿os contó algo sobre lo vivido en la guerra?
No, todo eso lo mantuvo en silencio, porque lo recordaba como algo oscuro. Me doy cuenta de que en esa época tenían muchísimo miedo, y que no se hablaba sobre esos temas delante de los niños.
De todos modos no fue vuestro padre el' único que sufrió represalias.
No. Por lo que contaban a las tías Katalin y Maria les llegó una orden para irse a Navarra. Sin otra escapatoria, se escondieron en el desván, entre la hierba. Salían sólo por la noche, y con mucho miedo. Estuvieron viviendo así durante una época.
¿Cómo era la situación en el pueblo?
Entre los vecinos había mucho resentimiento. Un vecino de un caserío cercano les decía lo siguiente a mí madre y a mi tía: «No creáis que volveréis a ver a los que han ido al frente. Esos van a morir, los van a matar, no volveréis a ver a vuestros maridos».
Cuando moría algún requeté en el frente, algunas mujeres de caserío solían bajar a la plaza con la bandera española. A una mujer que vivía en un caserío de nuestro alrededor la llamaban «Mola».
Por otra parte, donde hoy en día se encuentra el «Hotel Loiola», antes estaba el «Hotel Lizarra». Los del «Hotel Lizarra» debían de ser muy nacionalistas, y cuando entraron las tropas sublevadas les desmontaron el hotel de arriba a abajo. Las mantas del hotel, por ejemplo, las utilizaron para tapar a las vacas de cerca de nuestro caserío. En la posguerra, los supervivientes del batallón Loyola solían hacer una comida anual en el «Hotel Lizarra».
¿Le quitaron a mucha gente la casa o el negocio?
Sí. Como ejemplo, a un veterinario de nombre Gaudencio le quitaron su casa.
Terminada la guerra vino la posguerra y con ella eí racionamiento. ¿Qué es lo que recuerdas, o qué es lo que te han contado sobre ese periodo?
La posguerra fue muy dura para todos. Sí que me hablaban sobre el racionamiento. Solían hacer trueques para poder sobrevivir. Por ejemplo, un carpintero del pueblo, a cambio de que nosotros le diéramos pan para navidades, nos hizo una nueva ventana de madera.
El ganado lo mataban en casa, a escondidas, y no era fácil, porque la Guardia Civil solía andar dando vueltas. Además en Azpeitia había un Guardia Civil que era muy conocido, Marcelino, el que iba a todas las casas y en todas le sacaban vino, para llevarse bien con él y no tener problemas.
Y por último se impuso la dictadura franquista. ¿Qué nos dices de la época franquista?
Que fue muy dura. Eran tiempos oscuros, todo estaba prohibido.
Solía ir a la escuela de monjas y recibíamos las clases en castellano. Mi hermano Iñaki anduvo en los maristas, y estos eran peor que las monjas, eran muy militares. Iñaki tenía que aprender la doctrina para poder hacer la comunión, y si quería aprender le dijeron que tenía que ser en castellano. Nuestro padre les respondió que no iba a aprender en castellano, y después de hablar con el cura Don Lorenzo, que era euskalzale, éste tomó el compromiso de que daría clases en euskera.
Por otra parte, Carmen Polo acostumbraba a venir todos los años a visitar la fábrica que pertenecía a Dámaso Azcue. Venía acompañada de una multitud de gente, que solía estar esperándola para ofrecerle regalos. Después le enseñaban la fábrica y daban una vuelta por Loiola.
Había en Azpeitia una mujer republicana muy famosa, Paulina. ¿Qué nos puedes contar acerca de ella?
En Azpeitia, sobre todo la parte de atrás de la parroquia, era muy especial, ya que había muchos republicanos en esa zona, entre ellos Paulina. En aquella Azpeitia católica era una cosa muy rara. Por eso era tan famosa Paulina.