Xabier Arregi Arozena nació en Azpeitia el 15 de agosto de 1936.
Cogieron a «Txaiber», lo llevaron al campo y lo fusilaron.
Al rector le pusimos el apodo de «oiloa» (gallina), ya fue muy cobarde con este tema.
Al médico donostiarra lo mataron en la pared del cementerio, y lo enterraron allí.
Paradójicamente ni la iglesia ni la basílica sufrieron daño alguno, pero murieron dos personas en ese acto de propaganda fascista.
Unos requetés fusilaron a Leonardo Goenaga «Txaiber» fuera de un caserío de Mutriku. ¿Qué sabes sobre este suceso?
Los requetés entraron en Azpeitia el 20 de septiembre, y en consecuencia mucha gente huyó del pueblo, entre ellos «Txaiber». Al parecer, para entonces «Txaiber» se encontraba en el frente de guerra en la zona de Markina. Dejó en Azpeitia a su esposa e hijo, y acordándose de ellos pensó en regresar a casa, por el monte, por si acaso. Pero al llegar a Mutriku, cansado, y con mucha sed y hambre, fue a buscar cobijo en un caserío. Por lo que decían en el caserío lo recibieron muy bien, pero mientras estaban comiendo, tuvo la mala suerte de que entraron un capitán y seis requetés. Entonces cogieron a «Txaiber», lo llevaron al campo y lo fusilaron. Creo que además obligaron al dueño del caserío a cavar el agujero para enterrarlo. Yo tenía mucha amistad con su hijo, Bernardo, pero nunca nos contó nada acerca de este tema.
Después de varios años, hacia 1970, Bernardo y un amigo fueron a aquel caserío para recuperar los restos de su padre, ¿no es cierto?
Así es. Bernardo y el dueño de la fábrica donde trabajaba, que era nacionalista, fueron a ese caserío de Mutriku para esclarecer lo sucedido. Allí, el dueño del caserío debió de contarles lo sucedido entre sollozos, y les enseñaron donde estaba el cuerpo. Bernardo y el baserritarra lo desenterraron, y junto con los huesos encontraron una cuchara y una cremallera. Después metieron los huesos en una maleta y los trajeron a Azpeitia, a casa de la tía de Bernardo. Mientras tanto, tres amigos míos fueron a hablar con el rector, para realizar una misa o un acto religioso a «Txaiber», pero aquel les dijo que no. Sólo admitió que lo enterraran en el cementerio, pero sin nombre, sólo con una cruz. Y fue así como lo enterraron. Desde entonces en la cuadrilla pusimos al rector el apodo de «oiloa» (gallina), ya fue muy cobarde con este tema.
También sabes algo acerca de un médico que fue fusilado en Urrestilla, ¿verdad?
Sí, algo he oído acerca de ese tema. Este chico seguramente vino a Azpeitia huyendo de Donostia, pero cuando aquí también entraron los requetés lo capturaron y lo llevaron a Urrestilla. Lo mataron en la pared del cementerio, y lo enterraron allí.
Recuerdas dos bombardeos que hubo en Azpeitia, y también que murieron dos personas y que quisieron culpar de su autoría a los republicanos.
Sí, recuerdo dos que sucedieron el mismo día. Uno sucedió en el camino del cementerio, al lado de la iglesia, murió una persona y otra perdió un ojo. El otro sucedió cerca de la basílica de Loiola, y creo que allí también murió una persona. Fue una pequeña avioneta la que lanzó las bombas. Todos sabíamos que fueron los franquistas, pero la versión oficial decía que fueron los republicanos. Paradójicamente ni la iglesia ni la basílica sufrieron daño alguno, pero murieron dos personas en ese acto de propaganda fascista. Después pusieron una placa en el camino del cementerio, donde aparecía el nombre de la persona que murió y la versión oficial, es decir, la que culpaba a los rojos.
¿Recuerdas alguna otra cosa que quisieras contar?
Recuerdo una anécdota relacionada con Bernardo, el hijo de «Txaiber». Nosotros, en aquella época, íbamos a la escuela de los Maristas, la cual estaba en la plaza. Algunas veces solía venir un inspector de la Falange. El primer viernes de cada mes solíamos tener fiesta, pero un viernes que debía venir el inspector tuvimos que ir a la escuela. Ese día tenían que inaugurar una nueva bandera española en el balcón que daba a la plaza. El inspector empezó con el discurso de siempre, y todos nosotros, tristes, mirábamos a Bernardo. El inspector le preguntó al marista porqué estábamos así, y el marista le explicó lo sucedido a «Txaiber», y que Bernardo era su hijo. Entones se enfado y cantó las cuarenta. Luego había que inaugurar la bandera. Éramos nosotros los mayores del aula, y decidimos, a modo de protesta, no cantar el «cara al sol». Nos pusieron en formación, y cuando los demás vieron que nosotros no cantábamos, ellos también dejaron de cantar. Aunque después de la inauguración teníamos fiesta, como castigo nos hicieron pasar todo el día en la escuela.
Por otra parte, me acuerdo de un suceso relacionado con el boxeador Uzkudun. Al comenzar la guerra fue al ayuntamiento en busca de cobijo. Entonces había un alcalde jeltzale en el ayuntamiento, y fue bien acogido, pero enseguida aparecieron unos milicianos que le querían matar. El ayuntamiento de Azpeitia le salvó la vida, al no dejar que le capturasen estos milicianos. Luego Uzkudun se fue a Madrid a vivir, pero debió de denunciar a muchas personas. No tuvo en cuenta que le salvaron la vida.