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Inicio » Volumen I » 5. Testimonios » Kontxi Azpiazu Gomez

Kontxi Azpiazu Gomez nació en la calle Enparan de Azpeitia el 22 de abril de 1929. Su padre, Faustino Azpiazu Arrieta, era del PNV; su madre comunista.

Cuando nuestro padre se fue recibimos una carta suya diciendo que estaba bien, pero no supimos nada de él nunca más.

Como nuestro padre había huido, nosotras también nos teníamos que marchar.

En la escuela, nos solían decir que nosotros, los rojos, éramos los ángeles malos, los que nos habíamos rebelado contra dios.

 

Tenías siete años cuando comenzó la guerra Kontxi. ¿Qué recuerdas de aquella época?

Recuerdo que antes de que las tropas franquistas entraran a Azpeitia, una noche, mi hermano, Pepe Azpiazu Gómez, que era del CNT, vino a casa para avisar a mi madre de que iban a poner dos barricadas delante de nuestra casa, y que nos fuéramos de allí. Entonces mi hermana, Carmen Azpiazu Gómez, salió de casa y encontró un camión de la CNT. Ese camión nos llevó a Aizarnazabal. Allí teníamos a unos familiares, y estuvimos quince días. Mi hermano se marchó con otro amigo, «Txaiber». Después fusilaron a «Txaiber».

Cuando regresasteis a Azpeitia las tropas sublevadas ya habían entrado. ¿Qué es lo que os encontrasteis al regresar?

Nada más llegar vinieron los requetés a tocarnos la puerta, preguntando si nuestro padre había regresado con nosotras. Les dijimos que no había regresado y se marcharon. Pero no nos dejaron en paz. De hecho a los pocos días nos llegó el aviso de que nos teníamos que marchar del pueblo. Creían que como nuestro padre había huido, nosotras también nos teníamos que marchar. Al final, con la ayuda de un tío, conseguimos quedarnos aquí. Luego enviaron a unos soldados a nuestra casa para que durmieran allí, ya que la casa era grande. Eran soldados que fueron forzados a combatir, y solíamos jugar a cartas con ellos.

Vuestro padre se marchó y nunca regreso a casa.

Cuando se fue recibimos una carta suya diciendo que estaba bien, pero no supimos nada de él nunca más.

Y a tres de tus hermanos los cogieron presos, ¿no es así?

Sí. Al mayor, Roke, el que se metió a Ertzaina, lo atraparon en Bilbao. Primero estuvo en el penal de Zornotza, luego en el de Burgos, y después en el de Madrid. Desde Madrid regresó a casa.

      Al otro hermano, Eleuterio, lo capturaron en Santander. No estuvo mucho tiempo preso, porque le tocó ir al ejército como soldado a Elizondo.

      Y al otro, Pepe, lo cogieron cerca de Portugal. Estuvo en Huesca en un batallón de trabajadores, y cuando lo liberaron se fue a Madrid. Allí estuvo trabajando en un garaje de un tío. Astigarraga, el alcalde franquista de Azpeitia, aunque antes era amigo de mi padre, envió malos informes acerca de Pepe, ya que era de la CNT.

Tu hermana Carmen también sufrió las consecuencias.

Sí. Una vez le intentaron cortar el pelo. Le debieron de poner un fusil en la frente y empezaron a cortárselo. Pero entonces debió de entrar el capitán, impidiendo que le cortaran el pelo, y la trajo a casa.

¿Fusilaban a alguien en la calle?

Recuerdo que mataron a «Kukubiltxo», del caserío «Enparangain», cerca del puente de Amo, al lado de Corrugados. También que lanzaron una bomba cerca del cementerio.

¿Recuerdas los bombardeos?

Sí que me acuerdo. Cuando empezábamos a correr los soldados se reían de nosotras y nos decían: «¿Por dónde se sube al tejado? Estaríais mejor allí, aquí se os va a caer la casa encima!». Uno era alemán, muy listo.

Terminó la guerra y se impuso la dictadura de Franco. ¿Cómo fue la posguerra?

Fue muy dura, pasamos mucha hambre. El pan lo comíamos todos los días, pero la carne sólo una vez a la semana. Íbamos a la escuela de las Esclavas, y allí nos solían decir que había ángeles buenos y malos, y que nosotros, los rojos, éramos los malos, los que nos habíamos rebelado contra dios.